La revolución saludable de Oviedo acaba de cumplir 30 años. La apertura, a finales de 1987, de la pista finlandesa que une Ciudad Naranco con Fitoria supuso todo un acontecimiento, y también un acicate para que muchos indecisos se lanzasen finalmente a la calle para hacer ejercicio, algunos incluso a diario. A día de hoy, el trazado, ampliado y mejorado tras varias fases, sigue siendo escenario de las caminatas y carreras incondicionales de cientos de vecinos.

La idea de disponer de un espacio apartado del tráfico motorizado para hacer deporte y pasear no fue, ni mucho menos, algo improvisado. Al cardiólogo Ignacio Sánchez de Posada, "Tito", se le encendió la bombilla en 1983. Acababa de ser nombrado concejal delegado de Sanidad y Medioambiente en el gobierno socialista de Antonio Masip y, al enterarse de que el Consistorio había comprado el trazado del ferrocarril del Naranco desaparecido en 1919, decidió reconvertirlo en zona de esparcimiento.

Los objetivos eran claros. Dotar a los deportistas, especialmente a los atletas, de un lugar para prepararse, y constituir un espacio en la ciudad en el que poder caminar tranquilamente para mejorar los niveles de colesterol, diabetes, triglicéridos y otros marcadores de salud. "Había muchas ganas de tener un equipamiento de este tipo", evoca Tito Posada, aportando como prueba una noticia de LA NUEVA ESPAÑA que relata cómo muchas personas empezaron a utilizar la pista antes de ser inaugurada.

El progreso hacía que el sobrepeso fuese cada vez más habitual, y esta tendencia era recordada por los médicos en sus consultas. Tito Posada era muy conocedor de esta problemática como cardiólogo y no tuvo dudas en apostar por el proyecto. "Lo licitamos en 15 millones de las antiguas pesetas", indica.

El último empujón lo recibió gracias al apoyo de otro concejal socialista, Pepe Armas, cuya faceta de juez de atletismo le llevó a respaldar intensamente una apuesta para dotar a los deportistas locales de una infraestructura ideal para su preparación. También contó el hecho de que Posada subiese "casi todos los días" corriendo al Naranco. "Ahora lo he dejado porque tuve que operarme de la cadera", puntualiza.

Actualmente, el exconcejal disfruta viendo cómo cientos de personas siguen utilizando su obra de 1.850 metros de largo en los que apenas hay unos diez de desnivel. "Es un recorrido muy asequible para todo el mundo", comenta, sin restar méritos a los sucesores que ampliaron el trazado original en unos cuatro kilómetros más.

La intención de masificar el ejercicio físico entre la población llevó a no ser fieles a la filosofía nórdica de este tipo de vías pensadas para deportistas. "En realidad, la pista finlandesa tiene un piso de arenón porque es lo ideal para los atletas, pero aquí la asfaltamos al prever una gran presencia de senderistas", explica, en lo que constituye un matiz pensado para evitar grandes costes de mantenimiento.

Finalmente, la pista fue abierta al público en diciembre de 1987, y 30 años después los usuarios siguen aplaudiendo aquella iniciativa. Es el caso de Francisco Navas y Rodolfo López, dos jubilados que incluso estando en activo ya solían caminar por la zona antes de la construcción del trazado. "Veníamos cuando todavía había artos y los cortábamos para poder pasar", explica Navas.

Por aquel entonces, el acceso para senderistas era limitado: había inundaciones "en muchos casos de aguas fecales", señala Tito Posada, al que Navas agradece en persona su idea al descubrir que fue su autor intelectual. "Que sepa que tuvo usted una excelente ocurrencia", le espeta un hombre que reconoce caminar a diario un mínimo de 10.000 pasos para estar en forma.

Hoy, la realidad es bien distinta. Donde había una parada de ferrocarril para cargar minerales extraídos del subsuelo del Naranco hay aparatos de gerontogimnasia que no paran de funcionar. "Esto es un tesoro para moverse rodeados de naturaleza", comenta Miguel Ángel Espinedo, un pensionista que cada día suele acudir con su mujer, Esperanza Botrán, a pasear y, ya de paso, a hacer ejercicios específicos para mejorar su agilidad. "La única queja es que vivimos en General Elorza y se hace un poco largo el trayecto hasta llegar aquí", señala Espinedo.

A pesar del reconocido acierto, Tito Posada lamenta no haber contribuido lo suficiente para mejorar la salud de los ovetenses durante los cuatro años que fue concejal. Su ambición era poner en marcha un programa de ejercicios para cardiópatas. Para ello se desplazó a Holanda, donde conoció de primera mano un interesante modelo que trató importar a la capital del Principado. Al final, la idea no cuajó por falta de fondos. "Hacía falta contratar un coordinador y no disponíamos de dinero para ello", comenta el especialista, entonces político, pero que no podía asumir la dirección del programa al no estar liberado y compaginar su cargo en el Ayuntamiento con el trabajo en el hospital.

Pese a todo, no oculta su orgullo por el hecho de que muchos ovetenses, y algunos visitantes, hayan encontrado en la pista finlandesa que ideó un rincón ideal para mejorar su condición de vida. "La gente comenzó a tomar en serio las recomendaciones de caminar al menos media hora diaria, sobre todo las mujeres, y el resultado está ahí", indica, en un claro intento de vincular la gran afluencia de personas al trazado con un cambio en la mentalidad de la sociedad.