Muere Richard Serra, maestro de escultores, premio "Príncipe de Asturias", y autor de icónicas y monumentales obras de acero

El artista que bajó las esculturas de los pedestales obtuvo el galardón de las Artes en 2010 y desde Oviedo pidió a los jóvenes "que busquen formas de transgredir con sus obras"

Richard Serra, en el Museo Guggenheim de Bilbao, supervisando la instalación de su monumental «La materia del tiempo».

Richard Serra, en el Museo Guggenheim de Bilbao, supervisando la instalación de su monumental «La materia del tiempo». / EFE

A. Rubiera

A. Rubiera

El escultor estadounidense Richard Serra (San Francisco, California, 1939), uno de los más importantes de la vanguardia del siglo XX, maestro de nuevas generaciones y mundialmente famoso por las grandes dimensiones de su trabajo en acero con obras que son iconos –además de por su osadía de integrarlas con la arquitectura o el entorno natural o, como él decía, "bajarlas del pedestal y situalarlas en igualdad con las personas"–, falleció ayer en su domicilio de Nueva York a los 85 años. A los amantes del arte les queda la satisfacción de que su obra está representada en los más importantes museos y colecciones del mundo, entre ellas el Guggenheim de Bilbao donde una de las joyas de su producción artística, "La materia del tiempo", ocupa la sala principal y forma parte de la colección permanente del museo, que se la encargó expresamente. A lo que, seguro, ayudó su relación de amistad íntima con el arquitecto Frank Ghery.

Serra obtuvo en 2010 el Premio "Príncipe de Asturias" de las Artes en 2010, y ya entonces el jurado dejó constancia de "su audacia para vertebrar desde una perspectiva minimalista los espacios urbanos más significativos a escala internacional, a través de obras de gran potencia visual que invitan a la reflexión y el asombro". Muy vinculado a la tradición del arte europeo a lo largo de su trayectoria llena de brillantez, Serra es "un artista polifacético cuya dimensión universal se expresa en formas contundentes y conceptos sugestivos", firmaron los expertos que aquel año componían el jurado.

Serra, hijo de ucraniana y mallorquín, visitó Asturias para recoger su galardón y dejó reflexiones que daban aún mayor dimensión al maestro. A los jóvenes artistas les pidió desde Oviedo que "busquen nuevas formas de experimentación y transgredir con sus obras", sin rendirse nunca "a las exigencias de una industria cultural que mueve cantidades ingentes de dinero y que califica el arte por su valor de mercado".

También dio lecciones en lo relativo a los materiales de trabajo de un artista. Y lo explicó fácil. "Tanto como a los niños puede gusarles la pana y a las niñas la seda, la elección del material es algo individual. Va con la sensibilidad. De todas formas, no estoy interesado en el acero como acero en sí mismo. Me interesa su interacción con el espacio", contó, añadiendo que su punto de interés ha estado siempre en "la relación entre el vacío y la materia". Tanto como en conocer de una forma profunda ese instrumento de trabajo.

"Para poder trabajar con un material determinado tienes que entender la lógica que subyace en él. Un ladrillo no es solo un modelo, sino que determina otras estructuras. Así lo veo yo", explicó el maestro en Asturias.

"Serra trabajó muchísimo y con una intensidad enorme"

Un asturiano que conoció de cerca a Richard Serra fue el arquitecto César Caicoya, jefe de obra en el proyecto del Museo Guggenheim de Bilbao. "Es una gran pérdida. Para mí significó muchísimo", reconoce Caicoya. Pero prefiere dejar de lado lo personal para dimensionar al maestro. "Es posible que haya sido el escultor más influyente de los últimos 50 años. Abrió un lenguaje escultórico diferente, que es el de las grandes láminas, las grandes superficies. La escultura como la concebíamos era maciza, eran estatuas, cuerpos... y él trabajaba el vacío. Ahí están sus láminas en movimiento generando espacios. Se notaba que le interesaba mucho la arquitectura y todo el arte", relata.

Gracias a su estrecha colaboración con Ghery, Caicoya pudo conocer bien a Serra y conoció de su boca algunas de la experiencias que marcaron su trabajo.

"Le traté mucho, claro. Porque era muy amigo de Frank y venía mucho a Bilbao mientras estábamos haciendo el museo. Igual cuatro o cinco veces al año, porque le gustaba mucho la obra, le entusiasmaba, y también España". Cuando viajaba a Bilbao recorría las obras del museo "los sábados, los domingos, sin molestar a nadie". Aunque a Caicoya tenía que avisarle, ya que "sus piezas son pesadísimas, cientos de miles de kilos, y era yo el que tenía que asegurarme dónde iban a colocarlas para no tener un problema con la estructura".

De todas esas visitas "sacó un conocimiento enorme del edificio, lo interpretó muy bien, y por eso su primera obra fue tan impresionante". Luego, para un aniversario del museo, llegaron más piezas de acero de Serra "gracias a un patronazgo de Arcelormittal. El acero de sus obras está fundido en un astillero de Alemania. Después de probar en muchos talleres americanos al final optó por trabajar con un astillero alemán, especialista como él en las piezas enormes y curvas; de ahí han salido sus piezas en los últimos 40 o 50 años".

Por las conversaciones que mantuvieron el arquitecto ovetense y Serra sabe que "se quedó pasmado con Velázquez y con el cuadro de Las Meninas en un viaje de estudios que hizo a Europa en los sesenta. En esa obra maestra él vio la habitación como nadie lo había visto. Es una habitación y sitúa al que la mira en el centro. Ahí descubrió ese tipo de escultura hueca, lo que era sentirse dentro de un espacio, y lo llevó a la escultura".

Por entonces Serra venía de la pintura y también reconoció muchas veces que ahí decidió cambiar de disciplina porque sintió "que nunca iba a poder hacer algo que estuviera a la altura de Velázquez".

Caicoya siguió años después en contacto con Serra y supo de su enfermedad desde hace tiempo. "Era un hombre muy machacado por la vida porque había trabajado muchísimo, con una intensidad enorme. Intervenía mucho sus piezas, haciendo las maquetas con forja, a golpes, con una entrega absoluta".

Un titán universal

Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes de Asturias, también lamentaba ayer la muerte de un maestro. Fue en el Bellas Artes donde se vio en Asturias su última obra, hace dos años, aunque fue un grabado que participó en el programa de "la obra invitada".

"Pese a que ha trascendido como el gran escultor que fue, también era un gran grabador y eso fue lo que quisimos desvelar en la exposición", contó Palacio, para quien la muerte de Serra supone la pérdida de "una de las pocas grandes figuras que quedan ya del arte en general. Uno de esos titanes universales. Como pocos artistas, Serra ha contribuido a redefinir y resignificar el concepto de la escultura contemporánea. Es el creador de las grandes piezas, grandes instalaciones, pero obras que sobre todo redefinen la escultura en términos de espacio y tiempo. También es muy interesante reflexionar sobre cómo en materiales que simbolizan la dureza industrial se mezcla la versatilidad con la que era capaz de trabajar Richard Serra".

Para consuelo de todos queda, dice Palacio, "un legado impresionante. Hay que tener en cuenta que hablamos de un autor que ya está en los libros de Historia del Arte. Deja piezas que son icónicas de la modernidad, que han calado tanto...". Piezas que, como él quería, en muchas partes del mundo la gente pasea entre ellas, las descubre recorriéndolas, ocupando sus vacíos y sus ondulaciones.

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