Opinión

Barbón trae a Asturias la división y la crispación

Beatriz Polledo es portavoz adjunta del Partido Popular en la Junta General

Adrián Barbón, con su soberbia habitual, está empeñado en traer a Asturias el peligroso concepto de política que perpetra su amado líder, Pedro Sánchez: la división y ruptura entre los ciudadanos, la crispación en el debate y la descalificación de quienes no piensan como él.

No lo pudo decir más claro tras el bochorno institucional sin precedentes que ha protagonizado el PSOE. Henchido de satisfacción por la burla inaceptable a los españoles, sostuvo que los demócratas asturianos "respiraron aliviados" con la decisión de Sánchez.

Es decir, para Barbón, todo el que discrepe de la manera caudillista y narcisista de ejercer el poder de Sánchez no es un demócrata. Incluidos los más de 212.000 asturianos que votaron al PP en las últimas elecciones celebradas en la región y que nos dieron una victoria rotunda.

La afirmación inasumible de Barbón supone el mayor insulto y descalificación que se puede realizar en una sociedad democrática, otorgando títulos de buenos ciudadanos sólo a los que votan a la izquierda. Construyendo un muro de intolerancia para diferenciar a los asturianos, entre buenos y malos, según su pensamiento.

El presidente asturiano desaprovechó, en dos ocasiones, la oportunidad para retirar estas palabras que le brindó el presidente del PP, Álvaro Queipo, en el último Pleno de la Junta General.

Por dos veces se negó a rectificar, y como bien explica la proyección psicológica, se afana en acusar a los demás de lo que cada vez practica más: crispación, insulto, división, descalificación. No lo hace solo. Cuenta en esta estrategia con la colaboración inestimable del presidente de la Junta, cada vez más forofo y menos imparcial.

Adrián Barbón vive en una burbuja tan cerrada que todas sus acusaciones vertidas sobre el Partido Popular se producen el mismo día en que el PP coincidió en el Parlamento con el PSOE en dos borradores de ley, votando a favor de los proyectos de Reto Demográfico y de Coordinación de las Policías Locales. Vive tan alejado de la realidad que ni siquiera se entera de los trabajos de sus propios diputados.

Los socialistas nunca crispan, aunque llamen a alaridos a una rebelión cuyo alcance real y práctico aún no ha explicado Barbón; los socialistas nunca insultan, aunque califiquen a su adversario político de, por ejemplo, "superfaltosu"; los socialistas nunca descalifican, aunque tachen al menos a la mitad de los asturianos de antidemócratas; los socialistas nunca lanzan bulos, aunque dicen que la democracia en España está en peligro sin Pedro Sánchez.

Acusar a la oposición, a los que legítimamente discrepamos, de poner en peligro la democracia, sin ningún fundamento, lo único que provoca es, precisamente, socavar los principios democráticos.

Lo que sí pone en cuestión nuestra democracia es atacar la independencia judicial, la libertad de expresión, intentar deslegitimar a la oposición y dividir a los españoles entre buenos y malos.

Y sin que Sánchez haya dado ni una sola explicación sobre los supuestos casos de corrupción que le persiguen y que está investigando la justicia. Su única respuesta es envolverse en una campaña de victimismo y demagogia sin precedentes, con el único objetivo de imponer su voluntad sin controles.

El problema de Barbón, como el de todo un socialismo entregado al mesianismo desatado de Pedro Sánchez, es que, tras todas las mentiras, la verdad sigue ahí, permanece. Y se impondrá.

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