Opinión

Con las manos en los bolsillos y carcajeando

La línea estratégica seguida por el jefe del Ejecutivo con medios y jueces en el punto de mira

Concentración en Ferraz en apoyo a Pedro Sánchez

Concentración en Ferraz en apoyo a Pedro Sánchez / / A. PÉREZ MECA

Con las manos en los bolsillos, como recibió al Rey en su último encuentro, y carcajeando, al modo en que de vez en cuando escucha a Feijóo en el Congreso. Así los ha contemplado a ustedes durante estos días de jocundia en el palacio de La Moncloa.

Para mi sorpresa he visto cómo, hasta esta misma mañana, incluso algunos analistas de medios, digamos, no afines tomaban en serio la “crisis” del preboste socialista. Yo estaba seguro, desde el primer momento, de que no nos hallábamos más que ante una taimada ficción, ante la urdimbre de una trama.

Pero vengamos a la raíz. El pretexto de esta escenificación y de las consecuencias que de ella se derivarán tiene su origen en unas informaciones de ciertas actividades de la esposa de don Pedro, doña Begoña, recomendando a ciertas empresas y recibiendo apoyos económicos de otras conectadas con sus actividades académico-benéficas. Seguramente, poco presentable; probablemente, dentro del marco de la legalidad.

Más, he aquí que el fenómeno encuentra el pretexto para dar un salto adelante cuando un juez decide recibir esas informaciones, a ver qué hay ahí. Un salto pequeño, primero: las informaciones sobre su mujer son, en realidad, un ataque contra él. Y uno segundo mayor, después: se trata todo de una conspiración contra la democracia “de la derecha y la ultraderecha” y de “ciertos jueces”.

Y ahí aparece la carta-retiro: es tanto su dolor por los ataques a su mujer, tanto su amor por ella, que va a pensar si merece la pena seguir.

Fíjense ustedes bien: no dice que los datos que sobre las actividades de su mujer sean falsos (que serían, en todo caso, sin trascendencia penal), sino que su publicación es inaceptable porque es su mujer (a la que es posible que ame mucho). Y, pirueta falaz, eso es un ataque contra las raíces mismas de la democracia.

La carta contiene, en realidad, dos brutales ataques a la democracia: la idea de que no se puede tocar a los próximos al Presidente, la de que hay límites para los jueces y los periodistas. Los que incurren en ello, se concluye, son antidemócratas y están en una conspiración antidemocrática.

Desde esa voluntad, se deja correr el tiempo en espera de que los adeptos teman sentirse huérfanos, unos, sin negocio, otros. Y se hace crecer la marea del gran bulo: “la democracia, los avances (?), están en peligro, acudid a salvarla”. Contra los periódicos que publican lo que no deberían; contra los jueces que hacen lo que se les debería impedir, contra la oposición.

Y ahí crece la marea de las fuerzas afines y beneficiadas: periodistas del régimen, “intelectuales” y artistas, militantes del PSOE, sindicatos: “Pedro, no nos dejes solos”. “La democracia está en peligro, acudamos a salvarla”. Con escenas sonrojantes: llorando o golpeándose el pecho; con hipérboles adulatorias: “Es el puto amo (del mundo)”; con conceptos arrancados de seriales lacrimógenos: “Feijóo tiene un corazón de piedra ante el amor de Sánchez a su mujer”; con la salsa que más les gusta, la guerra civil: “No pasarán”.

¿Ríen? No rían tanto, que esto no acaba aquí. Y, por otro lado, ya ven cómo se puede convertir una inanidad, dos informaciones intrascendentes sobre la mujer del Presidente, en una auténtica revolución con pretensiones de involución, perdón, de progreso.

Por lo demás, ya saben: ellos nunca difaman a los demás ni acusan ni acosan a los familiares de los políticos rivales, y, si lo hacen, es porque lo merecen, y entonces no se puede hablar de fango, sino de limpieza.