Opinión

La visita del médico Sánchez

El presidente del Gobierno, visito y no visto en el HUCA

Pedro Sánchez, Adrián Barbón y Delia Losa, en el HUCA

Pedro Sánchez, Adrián Barbón y Delia Losa, en el HUCA / David Cabo

El presidente del Gobierno se desplazó el pasado lunes hasta el HUCA, donde hizo la visita al médico: lo suyo fue visto y no visto. Ni ofreció diagnósticos ni extendió recetas. O sea, que los pacientes asturianos desconocen qué opina el Esculapio de Moncloa sobre la amenaza de gangrena que atenaza a la gran empresa electrointensiva de la región, ni si se corre riesgo de inanición presupuestaria cuando empiece a discutirse la financiación autonómica al gusto de los socios nacionalistas, que amenazan con administrar al resto jarabe de palo. Ni siquiera puso Sánchez una mísera cataplasma de conmiseración, ni un par de puntos de sutura. Sólo se acercó a Barbón, le auscultó tras detectarle hinchada la vena por culpa del rifirrafe con el ministro Puente, le pidió que dijera “treinta y tres”, el otro respondió obediente y le despachó con una palmadita en la espalda. “Estate tranquilo, Adrián, que no habrá que ingresarte”. Y lo que parecía derivar en neumonía se quedó en un ligero catarro.

El líder plenipotenciario se ha subido al carro de los políticos que ya no responden a las preguntas de los periodistas. Llegó, vendió su burra médica, aguantó estoico un improperio impertinente, se hizo unos cuantos selfis de sonrisa de Colgate y despachó a los plumillas y alcachoferos con un mísero “hasta luego, Lucas”. Podría decirse que Sánchez estrenó en el HUCA un nuevo modelo de médico residente: Me Irrita Responder (MIR). Como tocólogo no vino, porque no tocaba.

El presidente, como algunos de sus predecesores de plasma, rechaza someterse al derecho a saber que reclaman los ciudadanos a través de los medios de comunicación. Vivimos de preguntar, de manera que saber no puede convertirse en un lujo. Si hay preguntas capciosas, está en su derecho de no responder, pero no puede huir de la obligación de comparecer. Si bien es cierto que aguardar del médico a palos la sanación de Asturias es como esperar que piquen peces al echar la caña en un charco.

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