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Riesgo de muerte para Europa

Visto desde una perspectiva no muy optimista, el 60.º aniversario de la Unión Europea tuvo solemnidades de funeral. Los presidentes de gobierno de los 28 países que todavía la integran se reunieron en Roma y se hicieron una foto, de esas llamadas de familia, en la Capilla Sixtina junto con el Papa Francisco, que quiso resaltar simbólicamente el papel preeminente de la Iglesia Católica en la construcción de la identidad europea. Y, quizás inspirado por la imponente representación del Juicio Final que pintó en los techos Miguel Ángel, quiso el Papa alertar a los gobernantes allí reunidos sobre el "riesgo de muerte" de la UE si se pierde el sentido de su camino. "A menudo se tiene la sensación -dijo Bergoglio- de que se está produciendo una separación afectiva entre los ciudadanos y las instituciones europeas. Los padres fundadores nos recuerdan que Europa no es un conjunto de normas que cumplir, o un manual de protocolos y procedimientos que seguir. Es una vida, una manera de concebir al hombre a partir de su dignidad". Luego les afeó su falta de solidaridad efectiva con los emigrados y los jóvenes sin trabajo.

Sin necesidad de que lo advierta el Papa, no corren buenos tiempos para el proyecto de la Unión Europea. Gran Bretaña la ha abandonado tras un polémico referéndum; Francia y Alemania se acercan a dos elecciones decisivas en las que socialdemócratas y conservadores han de enfrentarse a poderosas fuerzas antieuropeístas; y el nuevo presidente de Estados Unidos ha hecho patente su hostilidad hacia lo que despectivamente ha llamado el "consorcio". Por si fuera poco, los presidentes de Francia, Alemania, Italia y España han acordado apoyar una Europa de "dos velocidades", un proyecto no demasiado bien visto por el resto de naciones asociadas.

Desde el inicial Tratado de Roma ( 25 de Marzo de 1957) nunca fue fácil ni dejó de ser polémico el proyecto de construcción europea. Entre otras cosas, porque uno de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial, como Gran Bretaña, fue siempre reticente a ella. Primero, creando un organismo competidor como era la EFTA, y luego (visto el próspero desarrollo del Mercado Común) integrándose en especiales condiciones una vez desaparecido de escena el general De Gaulle que había vetado por dos veces su ingreso. Cuando yo estudiaba Derecho, la prensa de la España franquista aún trataba con sentimientos de pretendiente rechazado el proyecto europeo al que se citaba despectivamente como la "Europa de los mercaderes". Y apenas había voces favorables, como la del catedrático asturiano Teodoro López Cuesta, que había hecho su tesis del doctorado sobre ese asunto. Luego, entró en escena don Alberto Ullastres (autor del Plan de Estabilización), que fue nombrado embajador ante el Mercado Común, donde pidió reiteradamente, y sin éxito alguno, una integración que nunca pudo darse por la condición dictatorial del régimen. El señor Ullastres, que pertenecía al Opus Dei, era un hombre serio y bien trajeado ( también llevaba sombrero) que se hizo muy popular gracias a sus idas y venidas a Bruselas. Lo que vaya a ser de la Unión Europea y del euro todavía está por ver. Entre sus efectos benéficos muchos citan la ausencia de guerras entre naciones antaño enemigas. No sería poco ese mérito.

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