La localidad de Riberas de Pravia hace piña en defensa y apoyo de la granja-escuela Palacio de la Bouza, donde el martes por la tarde murió ahogado en una piscina, por causas que aún se investigan, el niño praviano de cinco años Izan Álvarez Pérez. El vecindario siente como propia la tragedia, que tiene su cara más cruda en la familia del pequeño pero también ofrece otras facetas igualmente dolorosa, como es la de los trabajadores de una entidad tenida por modélica y que, en palabras de un vecino, "puso a Riberas en el mapa".

"Es una tragedia de las más gordas que han pasado en este pueblo", aseguró una de las vecinas consultadas que avala la trayectoria de más de 25 años de La Bouza. Esta mañana, las caras largas y apesadumbradas del vecindario de Riberas delataban la conmoción que causó el suceso y la preocupación por el futuro de la granja-escuela, que suspendió sus actividades hasta que la muerte del pequeño quede esclarecida. Y es que, quien más y quien menos, tiene familiares o conocidos trabajando en el centro y, como a ellos, les preocupa el calvario por el que están pasando y el futuro inmediato de la institución. Reacios a conjeturas, el silencio de los vecinos se hacía sepulcral al abordar lo ocurrido: "Realmente, nadie lo sabe, y andar especulando sólo puede hacer más daño", zanjó una vecina.

Como señal de la adhesión del vecindario de Riberas a su empresa más conocida, varios vecinos, algunos extrabajadores del centro, se ofrecieron anoche para colaborar en lo que hiciera falta con el personal de la granja-escuela, desbordado en ese momento por la angustia y la necesidad de atender a los demás niños alojados en la instalación.

Esta mañana apenas quedaban unos pocos menores en la granja-escuela, que comunicó a los padres la suspensión de actividades y procedió a devolver a los niños a sus familias. Las escenas que se vivieron en la despedida fueron de lo más emocionante.

Así como en Riberas el dolor es palpable, Pravia, donde vive la familia del pequeño Izan, se halla desolada. "Es que no nos lo podemos creer todavía. Imagínate el tremendo dolor. Si ya es complicado cuando muere alguien mayor, imagínate un crío de cinco años que estaba en la flor de la vida. Es una sensación horrible", clamaba ayer desesperado un familiar de Izan Álvarez Pérez, el niño ahogado en una piscina mientras disfrutaba de un día de verano en la granja-escuela de la cercana localidad de Riberas (Soto del Barco).

Frente a la casa de la familia del menor, en la calle Pico Andolinas de Pravia, se arremolinaron a última hora de la tarde conocidos y familiares, todos hundidos por el terrible acontecimiento. Ni siquiera hubo arrestos para trasladar el dramático momento de los pésames al tanatorio de la villa, donde hoy se espera una marea de solidaridad con los padres del pequeño Izan. Sentada en el portal lloraba inconsolable una tía del menor, mientras amigos de la familia la abrazaban mostrándole su apoyo y condolencias. Todos estaban cabizbajos, con la mirada perdida tratando de entender cómo podía haber ocurrido una desgracia de tal magnitud.

Los presentes, que iban y venían de fuera a dentro de la casa, a duras penas eran capaces de articular palabras entre el llanto. En Pravia, localidad de donde era originario Izan Álvarez Pérez, las lágrimas brotaron por doquier. "Estoy en shock, no me lo puedo creer. Solía venir por aquí a menudo con sus padres. Es un palo tremendo", afirmó Eduardo García, trabajador de una taberna ubicada frente al tanatorio de Santa Catalina cuando supo lo ocurrido a través de este periódico.

La noticia, que tardó en llegar a barrios pravianos como el de Santa Catalina, había causado con antelación una gran conmoción entre los inquilinos de las casas aledañas a la de Izan Álvarez Pérez. En ese lugar, en los bancos de zona, se juntaron vecinos conocedores del suceso que exclamaban frases lastimeras. "¡Qué desgracia más grande!" fue la más oída. Miguel Álvarez y Elena Pérez, el padre y la madre del niño, no se dejaron ver por su domicilio en toda la tarde; ella, embarazada de su segundo hijo, fue llevada al hospital San Agustín de Avilés para tratarle la crisis que le provocó la pérdida de su hijo y el padre quedó "como sonado", según testigos.

Izan Álvarez Perez era, pese a su corta edad, un niño conocido en Pravia. Sobre todo, por los miembros del Club Deportivo Villa de Pravia, que promociona la práctica del fútbol y otras actividades atléticas en la comarca del Bajo Nalón. El pequeño jugaba en el equipo de los chupetines, con los que participaba en una liga comarcal. "Apuntaba maneras", comentó anoche un directivo del club. "Era un chico muy inquieto, además de colaborador y, por supuesto, deportista", añadió la misma fuente. Tan deportista, que no es de extrañar que el niño hubiera corrido la San Silvestre Praviana de 2016, también en la citada categoría de chupetines y con el dorsal número 537.

Los progenitores de Izan Álvarez Pérez son gente conocida en la Villa de los Seis Cuervos, por eso el sentimiento de afección ante la tragedia se hizo aún mayor si cabe. Elena Pérez, la madre del niño, es natural del concejo de Cudillero y vendedora de cupones; habitualmente, ubica su punto de venta junto a la parada de taxis de la avenida Carmen Miranda. Su padre, oriundo de Pravia, trabaja en el sector de la construcción metálica.