- ¿Estuviste nervioso en el espacio?

-Uno tiene que estarlo cuando asume mucha responsabilidad. Es bueno un punto de respeto. Es como los exámenes: cuanto más estudias menos nervioso te pones. Nosotros estudiamos durante años y tenemos un libro rojo con instrucciones en caso de fallo, pero cuanto más estudies, mejor.

El astronauta Pedro Duque, primer español en participar en una misión espacial y premio "Príncipe de Asturias" de Cooperación Internacional junto a los también astronautas John Glenn, Chiaki Mukai y Valeri Poliakov, se desenvolvió con soltura en el intenso interrogatorio al que le sometieron ayer los niños en el marco de la tercera sesión de la Semana de la Ciencia de LA NUEVA ESPAÑA. El ingeniero aeronáutico, hijo de maestra y de un controlador aéreo, trazó su sueño de ser astronauta a los 6 años, cuando vio por televisión la llegada del hombre a la Luna.

Elegido entre 6.000 astronautas tras una preparación de cinco años, en 1988 se subió a bordo de una compleja nave que le colocó en la primera línea de la investigación espacial. Allí vivió la emoción de los ocho minutos y medio de despegue del cohete en el que se inserta la nave, cuya potente aceleración supera cinco veces a un fórmula 1. "Notas que viajas a algún lugar muy deprisa, que algo potente te empuja por la espalda, pero no es algo que haga daño", indicó para tranquilizar a los más pequeños sobre las sensaciones durante la maniobra de lanzamiento hacia el espacio exterior.

"Desde allí no se ve el mar, las nubes son totalmente distintas y el cielo es negro porque el aire está todo por debajo", detalló. Además, "se aprecia cuánto aire hay en el borde de la Tierra, se ve muy poco, habría que cuidarlo", planteó como enseñanza ambiental de las misiones espaciales. "Si la Tierra fuera una fruta, el borde de la atmósfera sería algo menos que la piel de una manzana", aseveró.

- ¿Hay vida en el espacio?

-Hasta la fecha sabemos que hay algo más de dos mil planteas fuera del sistema solar.

En ese contexto, ¿es posible el turismo espacial? Duque auguró que en el futuro esta actividad convivirá con las misiones de los astronautas, "en la Luna o en Marte, abriendo nuevos caminos" mientras que los viajes de turismo espaciales los guiarán otras personas, "no creo que haya nada místico en creer eso".

Pero, ¿cómo es la Tierra desde el espacio? El astronauta, -"príncipe de las estrellas", como le definió el investigador del Itma y coordinador de la Semana de la Ciencia, Amador Menéndez-, entusiasmó con su repaso en imágenes por algunas de las misiones en las que ha participado. Nuestro planeta ofrece composiciones sorprendentes. Como la superficie equivalente a 100.000 campos de fútbol cubierta de plásticos blancos que se proyecta al espacio desde El Ejido. Esa enorme huerta, donde se producen tres cuartas partes de las verduras que consume Europa, es una foto fija en su retina. A vista de pájaro, o de astronauta, si se prefiere, Asturias es un punto de luz insignificante. "Desde la ventana ves tierra, mares, islas... resulta difícil entender la escala", expuso. Y para explicarlo planteó un reto: en pantalla un extenso arenal y una gran área urbana. ¿Lo adivinan? Silencio. Era la imagen invertida, desde el satélite, de la comarca avilesina. "Volando a 26.000 kilómetros por hora, con una vuelta a la Tierra cada 90 minutos, es difícil saber dónde estás", reconoció.

Más momentos especiales. La visión, desde arriba, del huracán "Mitch". "Desde arriba no ves la violencia, sino la preciosidad de las formas del huracán", explicó. Vibrantes le resultaron también las auroras boreales de Finlandia. O los "reflejos sorprendentes" de las fronteras de Bélgica, donde tras la Primera Guerra Mundial reclamaron a Alemania iluminación sobre todas sus carreteras. Duque lanzó un mensaje esperanzador sobre las oportunidades de investigación espacial y definió los satélites como "los mejores ojos" para la observación del clima y la contaminación. "Permiten conocer aquellos lugares con mayor concentración dióxido de nitrógeno, hacer cálculos de superficies forestales quemadas y, con infrarrojos, conocer si existen vertidos en los embalses", aseveró.

El público infantil le invitó a desentrañar las sensaciones tras una misión. "De vuelta a la Tierra, el gran chasco es abandonar el estado de ingravidez. Hay gente que tarda 48 horas en acostumbrarse", aseveró ante los espectadores, que llenaron la sala de cámara del auditorio Príncipe Felipe, adonde se trasladó ayer la programación de la Semana de la Ciencia por razones de aforo. "Al regresar parece que la cabeza y los brazos te pesan muchísimo por la fuerza potente de la gravedad", constató. De ahí que los bebés tarden tres meses en mantener la cabeza erguida, continuó diciendo.

Antes de su conferencia visitó las instalaciones de LA NUEVA ESPAÑA y se interesó por el proceso de elaboración del diario. La directora, Ángeles Rivero, agradeció efusivamente la presencia del conferenciante, a quien el elevado número de invitaciones que recibe desde su regreso a España el pasado julio es, según él mismo dijo, uno de los asuntos que le resulta más difícil de gestionar.

En cuanto a la posibilidad de realizar vuelos tripulados a otros planetas, el astronauta manifestó que la ingeniería ha alcanzando un importante desarrollo tecnológico que hoy permite plantearse nuevos retos más allá de las inversiones públicas. En las rutinas diarias, prosiguió, en el espacio se impone, la comida en lata y deshidratada. "Es como ir de camping: no se cocina, sólo se calienta". El agua potable se obtiene de la reutilización de la del aire acondicionado. Allí arriba, dice, "es importantísimo reciclar". La basura espacial, compuesta por restos de satélites y otros artefactos, suma unos 10.000 objetos en órbita cuya trayectoria está permanentemente vigilada. Otra ventaja de la tecnología.